Introducción
Con la expresión modelos políticos podemos
referirnos a la forma en que un Estado se organiza territorialmente
distribuyendo allí su poder, u organiza sus poderes constituidos u órganos de
gobierno, para ejercer la acción estatal. Se los denomina también sistemas
políticos y son las diversas formas que han adoptado a través de la Historia
los Estados del mundo. Se distingue además, entre forma política o formas de
gobierno; y régimen político, que hace referencia a la ideología del poder
Así hablamos en el primer caso, de formas de
organización del Estado, donde diferenciamos los estados unitarios, los federales y las confederaciones, y de formas
de gobierno, siendo clásica la distinción
aristotélica entre formas puras (Monarquía, Aristocracia y Democracia) y formas
impuras (Tiranía, Oligarquía y Demagogia).
En otra acepción tomando la palabra modelo como
arquetipo (patrón o ejemplo a imitar) o prototipo (un ejemplar perfecto) del
hombre político, que ejercita las acciones hacia la búsqueda, conquista o
desempeño del poder, podemos decir:
Los modelos de personajes políticos, hombres
políticos u “homos politicus” que encarnan valores positivos, pueden ser
clasificados del siguiente modo, según Héctor Orlandi:
1. El Político fundacional, prototipo y modelo
originario. Ejemplo: San Martín y Bolívar.
2. El Político reparador, es el arquetipo del
político creador, que asume la misión y el compromiso de orientar la acción
política hacia un modelo justo, como ocurrió con Gandhi, también incluido como
Político fundacional.
3. El político líder, que halla seguidores en su
pueblo o grupo poblacional. Por ejemplo Juan Domingo Perón.
4. El Político héroe, que puede coincidir con los
anteriores, habiendo ocupado un cargo de gobierno, calificado como estadista,
que antepone los ideales políticos y morales sobre los económicos, por ejemplo
Gandhi o Nelson Mandela.
El Modelo Político
Este modelo de decisión, se
caracteriza por su ingente
contenido empírico y su énfasis en lo descriptivo.
Lo que preocupa a sus teóricos (Lindblom, 1970; Allison, 1971) es ¿cómo se
toman las decisiones en la realidad? Ellos critican al modelo racional, y lo
consideran como no aplicable en la realidad. Aunque lo aprecian como el ideal
que se debe aplicar en la toma de decisiones.
El término clave es el deber ser
pero aplicado en formulaciones ideales. Los autores del modelo político
consideran que el modelo racional es el instrumento idóneo para intelegir el
universo, pero que su no aplicabilidad es culpa de la realidad (como también
ocurre con algunos modelos econométricos).
El modelo político es un modelo
basado en el incrementalismo y pretende ser una herramienta de aplicación
práctica. Exige del decisor un reconocimiento de la compleja realidad que lo
rodea, por lo cual debe partir de la siguiente premisa "tengo una
situación, hagamos pequeños cambios y veamos si mejora o empeora".
Los cambios desde este enfoque
procuran evitar las "cosas malas" que conducirían hacia el fracaso
total, también se abandonan las pretensiones del óptimo (modelo racional) y de
lo satisfactorio (modelo organizacional).
Para Graham T. Allison, la
comprensión de la acción del gobierno parte de vizualizarlo como un producto
organizacional, parcialmente coordinado por un grupo unificado de dirigentes.
Con esta premisa Allison pretende balancear los esfuerzos de los modelo
clásicos y llevar el análisis hacia la comprensión del comportamiento
desarrollado por el gobierno como una alternativa al modelo del actor racional
unificado (Allison, 1971: página 144).
El modelo político también supone que
el decisor conoce su contexto y que toma decisiones parcializadas a partir de
situaciones complejas. La parcialidad es la única que asegura el éxito a través
de la socialización del problema.
Trasladando estos supuestos al plano
de las organizaciones e instituciones, éstas efectúan pequeños cambios,
reconociendo en el contexto una realidad compleja. Por ello asumen decisiones
parcializadas e involucran al conjunto de decisores en un proceso de
negociación, esto posibilita el surgimiento de las opiniones - elementos de
retroalimentación y control- que generan información que potencia y permite el
dominio de la situación.
En suma, el modelo político es
adaptativo, sustentado en sistemas flexibles basados en la información obtenida
de los errores procurando evitar el máximo de los fracasos en una visión
conjunta del modelo se puede observar una estrategia de decisión, aunque no con
una clara definición de los medios y de los fines.
Por otra parte y recuperando los
argumentos de Allison, él menciona que los dirigentes ubicados en la cúspide de
las organizaciones no son un grupo monolítico. Cada una de las personas en este
grupo está en su propio derecho -interés individual-, es un jugador central en
el ámbito competitivo. El nombre del juego es política: negociando a lo largo
de circuitos regularizados entre jugadores posicionados jerárquicamente dentro
del gobierno u organización.
Otro punto de vista del Modelo Político
El modelo político no ve un actor
unificado, sino muchos actores considerados como jugadores, quienes no se
centran en un tratado estratégico único, pero sí sobre algunos de los
diferentes problemas intra- nacionales, pues bien, los jugadores que actúan en
función de un conjunto inconsistente de objetivos estratégicos, pero de acuerdo
con diversas concepciones de lo nacional, de los objetivos organizacionales y
personales; son los jugadores quienes hacen que la decisión del gobierno no sea
única, ni la opción racional debido al "estire" y "afloje"
de [elementos que dan vida a] la política (Medina, 1993).
En consecuencia, la decisión
organizacional bajo el enfoque del modelo político es el producto de las
decisiones estratégicas individuales. La decisión colectiva es el resultado de
las decisiones atomizadas y de las estrategias de los jugadores que intervienen
en su consecución.
Por las condiciones anteriores y con
cierta estructura organizacional, el ambiente intra-organizacional se
transforma en una arena de lucha por el poder. En suma los hombres comparten el
poder. Este medio necesita que las decisiones y acciones de la organización
resulten de un proceso político.
En el proceso político
organizacional, algunas veces un grupo comprometido con un determinado curso de
acción, triunfa sobre otros grupos en la lucha por otras alternativas. De igual
forma, diferentes grupos tensionan en diferentes direcciones y producen un
resultado o más bien una resultante distinta de cualquier otra que pretendan un
individuo o grupo (como en los juegos de suma no nula). En ambos casos, lo que
mueve las piezas del ajedrez no son simplemente las razones que apoyan un curso
de acción o las rutinas de las organizaciones que decretan una alternativa,
sino el poder y las habilidades de los proponentes y oponentes de la acción en
cuestión.
Como se puede observar, este modelo
se sustenta en el sentido común, la intuición y en las capacidades naturales de
los decisores. Su racionalidad, aunque pretende salir del esquema clásico, tan
sólo logra velar los fines y los medios, en su óptica incrementalista, de
ensayo y error. Busca también a través del enfrentamiento de intereses de los
actores, la información que le permita incidir en su contexto y por lo tanto,
en su realidad. Intenta correr el velo que rodea a las relaciones de
dominación, brindando al decisor individual o grupal una mayor cuota de poder,
al poseer una visión más clara de los juegos y alianzas de poder que se dan en
su contexto. También se debe mencionar que el modelo político muestra que no
necesariamente lo político es irracional y que lo operativo es racional.
También bajo este mismo tenor, permite inferir que la decisión política se
produce como resultado de la amalgama de decisiones o estrategias individuales
que campean por recursos y por la preeminencia de sus alternativas.
Aquí valdría la pena hacer un alto y
algunas reflexiones en torno a los planteamientos de los modelos anteriores. La
visión del poder en la actualidad como lo ha demostrado A. Guiddens tiene una
estrecha relación con la estructura. Esto es, el poder y la negociación (el
estira y afloja que Graham
Allison plantea en ciertas negociaciones) son la
base de la cadena organizacional de los objetivos. Lo que se traduce en el
mantenimiento del carácter racionalista de los procesos en las organizaciones.
El proceso de negociación política
entonces se observa como un mecanismo de preservación del equilibrio
organizativo ante los embates contextuales. De tal suerte que se encuentra
íntimamente relacionada con el equilibrio entre cooperación y pagos que
manejaba el modelo organizacional, lo que se traduce en un terreno práctico en
conflictos e insatisfacciones que pueden tener un alto costo para la
organización.
En estas circunstancias el poder
-entendido como una relación y no como una capacidad de los actores (Crozier y
Friedberg, 1990)- no puede desarrollarse más que a partir del intercambio entre
actores, en juegos o circuitos de poder mediados por la negociación, esto es,
una relación de intercambio recíproco y desigual (Clegg, 1990).
En apoyo a la idea anterior se tienen
los postulados de Cyert y March (1963): "en el dominio de las relaciones,
el poder no es una expectativa sino un modo de acción" y, como tal, se
hace y construye diariamente en los entrejuegos y circuitos de poder. Las
relaciones de poder a las que se hace aquí referencia no se dirimen en los
actos formales y establecidos, sino en el flujo de información diaria en las
relaciones entre grupos o redes de grupos que se entablan a cada instante en
los lugares de trabajo.
Desde la óptica del modelo
organizacional, la negociación política se puede relacionar con el concepto de
laxitud organizativa propuesto por la Escuela de Carnegie (Cyert y March 1963).
Para esta última perspectiva, con una laxitud lo suficientemente grande se
asegura la posibilidad de generar consensos en torno a objetivos comunes. Pero
cuando la laxitud disminuye, el proceso decisorio cambia substancialmente y los
procesos de negociación política cambian su sentido cooperativo y consensual
(March y Olsen 1976, Medina, 1993). Pero el ubicar a la negociación política en
función de un gradiente de laxitud podría ser considerado como un encuadre muy
estrecho de visión. Fundamentalmente porque al suponer que las r
elaciones de
poder se concretan en las acciones cotidianas de los individuos y en espacios
muy bien delimitados, provocan que las fuentes de este condicionamiento no se
puedan precisar de manera contundente.
Por lo anterior, probablemente la
negociación de orden político, nace y se ejerce en el marco de un orden
instituido y que la mayoría de las ocasiones responde a elementos de tipo
cultural o axiológico. Esto se podría interpretar -en palabras de Lukes- como
si la fuente de negociación y poder se mantuviese en niveles menos visibles y
directos (Lukes, 1974). A estas visiones se les deben agregar los factores
institucionales involucrados en las relaciones de poder, las variables de tipo
personal como la indeterminación de preferencias que está íntimamente ligada
con un factor heurístico.
Conclusiones
Como una conclusión preliminar se
puede decir que las relaciones de poder admiten múltiples modalidades,
fundamentalmente por su naturaleza cambiante: en algunas ocasiones las
relaciones entre actores, éstos últimos se pueden mostrar hostiles con una
pretensión destructiva o de sometimiento y en otros momentos de la relación es
posible la manifestación de cierto grado de cooperación de tipo carismático
hacia quien detente el poder (quien no necesariamente es el jefe). Ante esta
ambigüedad lo único evidente es la intencionalidad expresa o no de los actores
por mantener la relación de poder, ya que en muchas ocasiones de ello depende
su sobrevivencia dentro de la organización.
Referencias
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